Me gusta

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David me gusta. Aunque cuando me paro a pensar por qué me gusta pasan dos cosas, o no sé muy bien por qué lo hace o me salen todas las cosas que hace. Cuando me pongo a pensar, la lista es interminable.



Me gusta cuando grita viendo el futbol, moviendo los brazos como si estuviera en el banquillo, dando instrucciones a los jugadores.

Me gusta cuando me llama currupiña y me pellizca las mejillas. Cuando baila haciendo sonidos agudos.

Cuando se inventa palabras extrañas que llamarme durante días. Cuando se marea mientras conduce. Cuando me cuenta que le ha pasado durante el día y se queja y se indigna, y vuelve a vivir las experiencias.

Cuando habla con voz de niño y cambia las des por eres. Cuando se concentra cortando las verduras. Llora con la cebolla, lo empapa todo con el tomate y le quita la parte blanca al pimiento. Cuando abre la nevera y me sonríe diciendo “qué quieres cenar cielín”.

Cuando se enfada y niega al aire, desesperándose. Incluso cuando hace ese sonido con el paladar, irritado e irritante.

Cuando se pone rojo del calor y se quita la camiseta . Cuando me acaricia las piernas y exclama “¡qué suave es tu piel!” Cuando mete sus dedos entre mi pelo. Cuando besa mis labios y susurra “¡qué rico!”

Cuando me escribe una y otra vez “tamo” en el chat.

Cuando saca morritos y lloriquea. Cuando me aparta las manos de la boca para que no me muerda las uñas. Cuando repite bromas de internet durante semanas.

Cuando llora y se desespera por hacerlo, cuando ríe y todos subrayan lo extraña que es su risa.

Me gusta cuando me dice “si no te quisiera tanto no haría así el tonto”.

Me gusta cuando fuma, y cuando no lo hace.

Me gusta cuando come, colocando con cuidado la comida sobre el tenedor.

Cuando juega con su anillo, cuando se acaricia las uñas, cuando me aprieta los dedos, cuando se mueve el pelo. Cuando se duerme abrazado a mi espalda.

Me gusta desde que nos conocimos. Me gusta desde que le vi.

Me gusta, y me gusta más que nadie.