Y pensar que de donde vengo es el vacío y donde voy es la inconsciencia

miércoles, 14 de julio de 2010

Nésfer: Dina 2

Se despertó apretada en un lado de la cama. El sitio del que disponía no era precisamente ancho. Un brazo enorme le aplastaba la cintura. Suspiró, tenía la boca seca y le dolía la mano que quedaba debajo de sus pechos. Movió un poco el hombro y notó como Edward se despertaba detrás de ella.


La mano enorme se extendió sobre su vientre y la apretó con fuerza para atrás. Dina frunció el ceño y se dio la vuelta. El chico sonreía con cara de tonto, estiró el cuello y le dio un beso en los labios. Sintió como su aliento penetraba en su boca, era pastoso, húmedo y fétido. Lo apartó hacia atrás y se levantó de la cama. De repente se sentía vergonzosamente desnuda delante de él.

Corrió hasta el otro lado de la cama y recogió la bata del suelo. Se la puso y se sintió mucho mejor.

-Bueno, creo que voy a ir a ducharme.

No sabía cómo escapar de allí. Ella lo había traído, ella lo había tirado sobre la cama y en ese momento era ella la que deseaba que se fuese cuanto antes.

-Si quieres nos duchamos juntos.

Se mordió la lengua, no quería ser descortés.

-Eh… es que mi ducha es pequeña, va a ser incomodo. Mejor nos vamos cada uno a su habitación.

Por suerte, el suboficial entendió la indirecta y se levantó recogiendo su ropa extendida por la moqueta. Se metió en el baño y al rato salió vestido. Estaba serio, en parte enfadado en parte avergonzado. Se despidió con un mohín y Dina contestó en un susurro ahogado con una sonrisa forzada. Cuando la puerta se cerró Dina respiró relajándose y se sentó en la cama deshecha.

Pasado un rato de silencio se levantó y se dirigió al baño.

-Ordenador, música.

-Seleccione, señorita.

-El heavy más seleccionado.

Empezó a sonar una canción fuerte, pero que Dina se sabía muy bien y que comenzó a cantar en voz alta mientras se quitaba la bata.

-Ducha, a 40 grados. Y un desayuno cuando salga. Un zumo de naranja natural, berenjena a la plancha y… ¿Cuál es la especialidad?

-Tarta de frambuesas con cebolleta.

-Un trozo de eso.

Se miró en el espejo y descubrió una marca en la cadera. Ese bruto le había arañado. Decidió olvidarse y sumergirse bajo la ducha. Se sentía genial. El agua le caía por
los hombros calentando su piel. Suspiró de nuevo y pensó que no volvería a meterlo en su cama. Había sido sin duda desagradable. En parte se sentía avergonzada por su comportamiento y en parte estaba enfadada con el chico por el mero hecho de existir, por apretarla nada más despertar, por su cara de bobalicón, su aliento apestoso. Incluso por su ingreso en la Hurbia, o su nacimiento.

Decidió apártalo de su mente y comenzó a hacerse un plan para ese día. Dos horas de saco, una visita a Junio. Pasar por el salón de belleza para que le arreglasen la uña rota (se preguntó por enésima vez donde se habría hecho ese desastre). Después la comida. Quizá iría un rato a clases de funcionamiento.

La cara del suboficial pasó por su mente, ojalá no se lo cruzase por los pasillos. Sería vergonzoso.

Salió de la ducha y se metió en la cámara de aire. Un chorro de aire caliente le empujó ligeramente hacia atrás. El cuerpo se le secó rápido, el pelo tardó un par de minutos. Cuando salió se miró al espejo. Pocas personas utilizaban la cámara de aire ya que dejaba el pelo laceo y completamente liso, pero a Dina le sentaba bien y su melena parecía una cascada cayendo por delante de sus pechos. Se lo cepilló un poco mientras le hablaba al ordenador.

-Sirve el desayuno en la mesa. Y saca los pantalones rojos y la camiseta cruzada en la espalda. En el armario. Ah, y unas mallas y camiseta de manga corta para entrenar.

El ordenador cumplió como siempre. Y Dina se sentó a desayunar. La tarta estaba muy buena y el zumo frío le sentó bien. Cuando casi estaba terminando sintió una pena que le aplastaba.

Dejó descansar la cabeza sobre sus brazos y sintió como una lágrima le corría por la cara. Se dio pena a sí misma, allí llorando por nada absolutamente. Se sentía presionada, la mitad de ella le repetía que no llorase, que era perfecta, que todos esperaban de ella que lo fuese y que se merecía estar orgullosa. La otra mitad se sentía exhausta, dispuesta a dejarlo todo por descansar un momento. Sentía que nada merecía la pena. Que nada se merecía tanto sufrimiento.

Empezó a llorar abiertamente. Sus sollozos la avergonzaban. Intentó pedir pañuelos al ordenador, pero la voz se le cortó y esto provocó una nueva oleada de sollozos. Pensó en Ellera, Junio e incluso Maybe. Seguro que ellas eran más felices de lo que sería nunca. Se sentía sola, desgraciada, nerviosa. Pensó en Zoe y una sonrisa se dejó ver entre las lágrimas, era una persona buena, más buena de lo que se veía capaz de ser.

Después el recuerdo de Edward ocupó toda su mente. Deseó que él estuviera allí, abrazándola y consolándola. Esto terminó destrozándola, se dejó llevar y lloró media hora más. Cuando ya no le quedaban más lágrimas estaba aliviada. Su plan del día se había ido al traste. Una carcajada le empujó la garganta. La contuvo y se metió el último trozo de tarta en la boca. Se vistió se lavó los dientes e hizo que el saco surgiera del techo.

Cuando una hora más tarde terminó de golpearlo, sus piernas dolían al moverse y sus espinillas lucían rojas por los golpes del plástico. Se cambió y salió de la habitación decidida. Cuando llegó a la habitación de Junio esta estaba en la zona de laboratorio.

-Buenos días.

La chica la miró por detrás de las grandes gafas protectoras.

-Tenías un mensaje mío.

-No lo vi, lo siento, me enredé entrenando y no me di cuenta. Pero estoy segura de que me puedes hacer un resumen.

-Claro, Dina, te puedo hacer un resumen, te lo puedo representar matemáticamente, e incluso sería capaz de hacer un dibujo lo suficientemente bueno como para que captaras la idea. Pero también podías haberlo escuchado.

-Uff…noto que estás un poco cabreada.

-Decir un poco es insultar a la realidad.

-Está bien, cuéntame. ¿Qué he hecho ahora?

Dina se sentó a su lado, frente a la poyata y esta le cogió una mano entre las suyas. Era raro que no llevase guantes.

-¿Te has roto una uña?

-Sí, no sé cómo…

-A lo mejor fue al meter el dedo en mi condensadora.- Acompañó la frase con una mueca de regañina.

-Hostias…lo siento Junio…

La chica de pelo castaño volvió a su trabajo mientras repetía por enésima vez para el cuello de su camisa:

-Sin palabras malsonantes te entiendo igual de bien, Dina.

Parecía una madre colmada de paciencia. La rubia quiso cambiar de tema.

-Y, ¿qué tal la mañana?

-Relajada, en el laboratorio haciendo pruebas con trozos de piel- ambas sabían de qué era la piel- nada la deshace… Pero a ti esto no te interesa, ¿qué quieres? Porque normalmente tienes cosas más interesantes que hacer que venir a ver cómo me quedan las gafas.

-La verdad es que te quedan horribles.

-No ha existido aun un ser humano al que le quedasen bien las protecciones. Pero estoy segura que estoy más guapa con ojos que con un amasijo de carne quemada.

-Eso ha sido desagradable.

-Bien, ¿quien me viene a decir que soy desagradable? Mi compañera, la que revienta Nésferos a patadas… ¿Me vas a decir qué te pasa?

-Que no ha funcionado.

-¿Lo has conseguido entonces?

-Sí, me lo llevé a la cama y pasó, pero esta mañana he vuelto a las mismas.

-Sé poco de biología. Lo baso todo en mis conocimientos de química. Si la liberación de endorfinas no ha funcionado…te repito que no soy psicóloga.

-Pero puedes ayudarme.

-Dina, lo tuyo es un problema mental, no químico. Si copular con el único hombre de toda la nave y además con el aliciente de que era virgen no te sirve para liberar endorfinas y estabilizar tu segregación hormonal no sé por dónde tirar.

-Pero eres buena haciendo pruebas.

-Con cosas muertas o animales, no con humanos vivos.

-Pero, a mí me da igual que salga mal algo y probar otra cosa.

-Estoy segura de que el lenguaje es lo suficientemente rico como para poder evitar el empezar todas las frases con un “pero”

-¿Por qué no quieres ayudarme?

-No es que no quiera, es que no puedo.

-Estoy segura de que puedes intentarlo, te necesito Junio. Lloro y río sin diferenciarlos. Anoche estuve bien, pero a la mañana ha sido una tortura tenerle metido en mi cama.

-Desde que te conozco has tenido esos problemas. Estoy segura que incluso desde antes. Si lo has sabido llevar hasta ahora puedes seguir escondiéndolo con facilidad. Si no, mi consejo es que vallas al gabinete de psicología.

-Sabes que no puedo ir allí. Me van a quitar el trabajo. Si descubren que estoy loca no me van a dejar seguir matando bichos.

-En primer lugar quizá sea una buena idea dejar de bañarte en sangre alienígena. Y en segundo lugar, no estás loca.

-Ah ¿no?

-No

-¿Entonces que estoy, Junio?

Vaciló un momento y después se dio cuenta de que no sabía cómo decirlo mejor.

-Estas…desequilibrada.

Una lágrima las sorprendió a las dos al caer por una de las mejillas de Dina. Su problema no eran sus cambios de humor, si no el hecho de que no podía darlos a conocer al mundo.

-Ayúdame- susurró con un sollozo quebrándole la voz.

Junio se quedó callada mirando a la otra chica. Suspiró y apretó los labios en muestra de insatisfacción consigo misma. Asintió en silencio mientras se levantaba y tiraba la bata en la mesa. Se dirigió a la puerta y salió por ella sin decir nada. Dina se quedó sentada mirando hacia allí sin saber qué hacer.
Finalmente se secó la lágrima y se levantó del taburete para acurrucarse en el sillón en la zona comedor. Esperando a que volviese.

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