Y pensar que de donde vengo es el vacío y donde voy es la inconsciencia

martes, 20 de abril de 2010

Ahora eres mía

Tiró de nuevo. Algunos hilos se rompían escandalosamente, pero miles de otras pequeñas hebras seguían resistiendo con fuerza al tirón de sus muñecas y piernas. El belcro le sujetaba firmemente a la silla, no debía soltarse, claro.


Pero no le importaba, sabía que cuando llegara a casa ella le recibiría con los brazos abiertos, dispuesta a quererle una vez más…
Le habían metido allí por sufrir, según los médicos, una deficiencia mental transitoria por pérdida de un ser querido.
Recordaba el juicio, el abogado preguntaba y él escupía las respuestas que todos querían oír mientras se cagaba en aquel hijo de puta que había intentado robársela…Ahora no podía, y recibiría su merecido.

Otra cuchillada, y la sangre le salpicó la cara empapando sus pestañas. Una gota indiscreta se posó en su labio superior, no pudo evitar lamerla…tan dulce como sus labios.


En fin, se lo llevan esposado y con la mirada pegada a las baldosas marrones del suelo. “Sufre, gilipollas, no volverás a quitármela”. Comienza a reír escandalosamente y el dolor del pecho se hace más y más fuerte, hasta que nota que, por mucho que lo intentase, no podría parar las carcajadas que le queman la garganta. Un poli le agarra por los brazos, le cuesta respirar y el puto poli no ayuda en nada, la verdad. Le sacan de la sala del juzgado y le llevan a la médica, menudo cuchitril…
-Abra la boca.
“Pero si la tengo abierta, si no puedo cerrarla, no puedo parar de reírme de su cara. Me dijo que yo era el otro, no, no, yo estaba primero, eso lo sé muy bien”
-Traigan un sedante.
“¿Para esto sirve un médico? ¿Para dormirme sin ni siquiera darme un vaso de agua? Quiero beber algo, la garganta me quema, no me queda saliva en la boca…”

Y allí está, sentado en la silla blanca, ha dejado de reírse por fin.

Volvió a hundir el cuchillo. Su sedoso pelo rubio se apartó de su cara, dejando que viese sus ojos claros suplicantes. Hubiese sido la puta hostia que le dijese algo como en las películas, en las que la rubia cañón suplica por su vida “no me mates por favor, te la chupo si quieres” Pero no pudo ser, el trago de sangre no dejó que se expresara. Otra vez la carne se abrió dejando que un vapor sanguinolento emanase a la atmósfera. “Sólo puedo oler su aliento, que huele a la boca de ese tío, que fuma. Si él fuma y yo no, ¿por qué coño te lo tiras?” Recordó su primer coche, un Authi Mini 1000 De Luxe, qué feo era aquel coche. Y besó su mejilla, no podría besar sus labios ahora.

El médico entró en la sala, con la bata blanca resplandeciente, no como su camisón, empapado en restos de orina.
-Ahora que ha pasado el tiempo de cuarentena, y está usted en condiciones de volver a su casa, le diré que encontramos el cuerpo de su mujer en casa de Ricardo, su amante.
“Todo esto ya lo sé…déjame volver con ella mamón”
-Pero he de decirle que falta una parte, aunque no es algo destacable ya que tenemos el resto del cuerpo como prueba, pero…
Rompió a llorar, entre suspiros levantó la cabeza en la silla blanca y suplicó:
-Por favor…por favor- la mueca forzada de sus labios le entorpecía las palabras- déjenme volver a casa, no quiero saber nada más…
-Está bien, le soltaremos, le dejaremos que se duche y le daremos el alta. Esto ha sido por su bien, señor Stiffen.
Asintió con pesar y dejó que los médicos le quitaran aquellas tiras de belcro que le ataban a los posa brazos.

Habría las entrañas, separaba la carne y por fin alcanzó lo que más quería. Sería suya para siempre, le querría y esos ojitos claros, ahora envueltos en una capa de sangre opaca, serían suyos y llorarían sólo por él. La quería tanto, la querría a partir de ese momento tanto, valía la pena el esfuerzo. Se chupó los dedos disfrutando del sabor dulce. “Ahora es cuando me juras amor eterno”

Llegó a su casa, estaba algo sucia, pero igual a como la había dejado. Lo primero que quería hacer era besarla, abrazarla de nuevo, y ella estaba sonriendo escondida en su rincón, esperando a que él la estrechara una vez más.
Corrió hasta el desván, tropezando en un escalón pero sin llegar a caerse. Abrió el armario empotrado y utilizó un agujero del tamaño de un bolígrafo para hacer palanca con el lápiz de la mesita vieja, separó el lateral del mueble y la encontró.

Le sonríe, eso es, le sonríe como nunca, le mira a través del cristal sucio y polvoriento, acurrucándose en sus brazos cuando él la coge de manera protectora.
-Te quiero
Casi parece que lata por él, pero el formol vuelve a estar opaco, demasiado tiempo fuera y la sangre sigue saliendo, la sangre dulce de sus venas.
Casi puede ver sus ojos azules en la carne seca, mirándole con lágrimas disueltas en el formol. Es eso lo que le pertenece, juró que su corazón sería suyo para siempre. Le ha costado bastante pero por fin la ha conquistado. Ahora podrá vivir otra historia de amor, sin que ese gilipollas intente quedársela, sin que ella le engañe más, siendo suya para siempre. Y vuelve a besar el cristal donde flota el corazón sanguinolento.

2 comentarios:

  1. O.O me he quedao ojiplático...
    Me ha encantado la historia y, aunque sea de ficción, en el mundo de locos que vivimos ahora, ya nada no me sorprendería nada.
    Hay continuación?? qué pasa con el señor Stiffen?

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  2. Pues no hay continuación. Esto lo escribí hace 5 o 6 años, y pretendía ser un relatocorto (y lo es)
    Lo que pasa con el señor Stiffen...queda a tu imaginación.

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